Friday, July 24, 2009

De Superarse: Crónica Fumikense del Triatlón Solo Para Mujeres en Isla Mujeres, QR (Julio 2009)

Uno nunca es demasiado grande para vivir como nunca se haya vivido antes.

Ante una situación que incluía una tormenta tropical, una cancelación del evento y un estrellazo de bici ajena a mi rodilla derecha, nos llego el día cuando finalmente, se pudo hacer el Triatlón Solo Para Mujeres. Tal como en la vez pasada, tuve una pesadilla pre-competencia. La primera vez, soñé con que llegue a la transición 1, del nado a la bici, y por una razón extraña, me encontraba lejos (de la transición y en mi pueblo natal, San Francisco). Corría para no perder mis diez minutos de ventaja y veía las otras competidoras pasar, mientras ellas volaban en bici. Y yo, buscando un camión que me llevara de regreso a la transición. Dos días antes de la nueva fecha, soñé con que no arranqué con las demás en el nado porque no encontraba la gorra del evento.

A las 4:30, salgo de la casa para llegar al Ferry y alcancé el de las 5. Me senté arriba y en la gran oscuridad del alba, pude ver las estrellas y la luna. Meditaba sobre el triatlón mientras me acompañaba un viento fresco, recordándome que soy, y nada mas. Como nunca había viajado a la Isla de noche, vi como tenían prendidas luces de color azul eléctrico a los lados del barco. Novedoso para mi, se me quitó la novedad en cuanto me mareaba el color. Sentí como si estuviera viendo una escena de Fantasia con una cantidad industrial de alucinógenos. El color era tan chillante que casi casi se me salían elefantes rosas por las orejas.

Mejor me pongo un poco lejos de la orilla.

Así contemplaba la noche y la brisa.

Ya en la Isla, vi llegar, poco a poco, caras conocidas. Nos marcamos y nos enrackamos. Y como si fuéramos estrellas de cine en Cannes, en cuanto un grupo se juntaba para la foto, se hacia un evento paparazzi, terminando en 5 a 10 fotógrafos con sus flashazos. Hasta un turista greñudo quien parecía a Axl Rose con 30 kilos demás se acercaba para sacar fotos.

07:27 – Nos estaban hablando para acercarnos a la salida. Lo que ayudó la puntualidad de los organizadores era que a las 8:30 am, iban a pasar los primeros barcos que traían cargo de Cancún, justo por las boyas que ibamos a pasar.

Mujeres se abrazaban, deseando a la otra mucha suerte. Se escuchaba la ansiedad en las voces estiradas a punto de agudeza.

07:30 – Arrancamos. Y daba gracias a mi querido instructor de natación mientras nadaba crol modificado sobre las piernas y cuerpos de las mujeres en frente de mi. Aquellos ejercicios de “salida en mar abierto” eran iguales a lo que vivía al apuntar hacia la primera boya.

Por la primera vez en mi vida, rebasaba gente. Veía una nadadora y como si en plan de ataque, me fui adelante para rebasarla.

Después de las dos vueltas, salí corriendo del mar. Amigos me gritaban, la mayoría bromeando que tenían hambre y a que hora los iba yo a llevar a desayunar.

La Transición 1 era la más rápida que había hecho en mi vida.

Lavo los pies. Pongo mi Vaselina, zapatos, número, casco y lentes.

Estoy arriba de la bici en un dos por tres.

Mi bici reaccionaba a mis movimientos como si fuera un caballo de alta escuela y mientras tomaba la primera subida fuerte antes de Garrafón, escuche los quejidos de alguien atrás de mí, cambiando velocidades. Era una elite que se llama Nelly Becerra (la de mi primera crónica) y me rebasó con una tranquilidad increíble.

Volé sobre el asfalto. Y cuando pasé por Garrafón la segunda vez, eché la mirada hacia la Zona Hotelera y Punta Cancún y la única en que pude pensar era que el siguiente año, tendré que nadar los 10 km en mi primer Cruce a Isla Mujeres.

En T2, me fui más lenta: Enrackar la bici. Fuera los zapatos de contacto. Vaselina. Zapato uno. Zapato dos. Quitar casco. Poner gorra.

Fuga.

Mis piernas tardaron un poco para acostumbrarse al nuevo movimiento. Corrí hacia el malecón y vi a una amiga regresando de la carrera en la distancia promocional del mini triatlón.

“¡Ya casi llego!” me dijo con una sonrisa. Se veía fresca, boyante y con energía, independientemente del hecho de que unos escasos meses antes, fue operada de la matriz.

Se veía como que si se hubiera ido a la esquina para un kilo de tortillas.

Quiero ser como ella de grande.

Poco a poco, mujeres que había rebasado en la bici me empezaron a rebasar en la carrera. No me importa: hoy la nadada y la bici son mías.

El mar estaba hecho de mercurio, con charcos de plata deslizando sobre la superficie. Un olor a tortillas calentando sobre un comal me llegaba, mezclado con la brisa del mar.

Mientras tanto, mis pulsaciones llegaron a 170.

Ya dando la vuelta para los últimos 150 metros, veía la meta. Levantaba mis talones para cerrar. A los 50 metros, se empezaba a sonar mi nombre en los gritos de mis amigos.

Llegué.

La primera persona que encontré fue mi primer guru de la bici de montaña, Adrianini. Lo abracé y aún respirando fuerte, me asentó encima una bola de emociones que no me pude contener.

Lloré.

Me di cuenta después que lloraba porque sabía que valía aquel momento. Y fue cuando Fernando me dijo mi tiempo: 1 hr, 34 min, 18 seg.

Había quitado 15 minutos de mi mejor tiempo.

Supe.

Levantándome temprano entre semana para hacer mi desayuno y comida del día. Haciendo ligas después de las clases de natación. Corriendo cuando el cuerpo se quería caminar un rato. Queriendo vomitar durante los entrenamientos y aguantándome las ganas. Quitando pan de mi dieta. Comiendo más frutas y verduras. Bajando de peso para que no lastimar a las rodillas. Rechazando invitaciones a fiestas y reuniones para entrenar. Metiendo doble sesiones.

Cada quién es dueño de sus decisiones y no me había quedado tan claro como en aquel momento allá en Isla Mujeres, llorando de felicidad en los brazos de mis amigos.

Nos vemos en Punta Nizuc para el medio Ironman de Cancún.