Sunday, February 6, 2011

De tortugas y un par de alas: Crónica Fumikense de la 2da Competencia Contrarreloj 43.190 Km. en la Ruta de los Cenotes, QR (30 Enero 2011)

Cuando era una niña, mi papa siempre me criticaba por ser indecisa. No podía hacer una decisión sin que tardara 10, 15 minutos. Me regañaba por tardar tanto tiempo en todo.

Me decía que siempre iba al paso de tortuga. Siempre.
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Sábado por la noche, 10 horas antes de la segunda edición de la Competencia Contrarreloj de 43 km, estoy llegando de Playa con la incertidumbre de cómo llegar a la competencia y si la quiera hacer o no. Ya me estaba desanimando: no encuentro ride, no he entrenado, ando desvelada.

9:50 p.m.: mi celular se estaba sonando.

9:51 p.m.: sonaba el timbre de mensajes.

9:52 p.m.: sonaba el celular de nuevo.

9:53 p.m.: sonaba el timbre de mensajes de nuevo.

Chequé mi celular: era Genaro.

9:56 p.m.: hablé al Sr. Tortero (aka Genaro), quien me contestó con una que otra palabra cariñosa (¿por que chingaos no contestas el teléfono?).

Para las 10 p.m., tenía ride.  

Pero aun seguía con incertidumbre. Pensé que si no me levantara a tiempo, no iré. Sin embargo, el Destino tenía su propia agenda y a las 3:45 a.m., me levantó una voz cantando “La historia entre tus dedos” de Gianluca Grignani. A la vuelta, los vecinos decidieron tener un concierto a todo volumen y me despertó la fiesta.

La cita era a las 5:00 a.m. en el Oxxo y mientras esperábamos a Erica, veíamos gente saliendo de una fiesta. Hasta llegó una pareja donde el hombre (quién bajó para comprar unas chelas), escasamente vestido con unas mezclillas colgándose precariamente de su cuerpo y apenas con unas chanclas, claramente venía (quizá literalmente) de plena faena con la chofer del coche. Ya para las 5:30 a.m., tengo la bici desarmada en la camioneta de Erica e íbamos rumbo a la competencia.

Bajando del coche allá en la Ruta de los Cenotes, sin embargo, sentía que era una muy mala idea ya que el aire frío nos envolvía en sus brazos, haciendo lo suyo contra la licra poca protectora que todos traíamos puesto.

Carpas fueron armadas. Bicis ajustadas. Competidores checando unos al otro con ojos críticos.

Uno por uno, empezaron a salir los competidores. Según la orden de salida, iba yo a salir primera de mi heat.

A las 7:30, me hablaron. Las seis mujeres en mi categoría afilamos una tras de otra, esperando los cinco minutos que hubo entre los arranques de cada categoría.

Cada minuto, Memo anunciaba el tiempo que faltaba para el arranque. El conteo regresivo, quiere o no, me daba nervios. Prometí a Martha y a las demás que haría mis mejores esfuerzos de no cagar Twinkies Dalmatas en el camino.

'Miento,' pensaba. 'Voy a dejar un cake THIS BIG, tengo tantos nervios.'

"Tienes 30 segundos," dijo Memo. Agarré un trago de agua. La garganta se me quedó seca, de repente.

Y luego su voz de nuevo:

"Diez." Concéntrate.

"Nueve." Es una rodada.

"Ocho." Enclipada.

"Siete." Pie enclipado arriba para agarrar fuerza.

"Seis." ¿Donde estas?

"Cinco." Aquí.

"Cuatro." ¿Que hora es?

"Tres." Ahora.

"Dos." ¿Que eres?

"Uno." Este momento.

Con un grito guerrero, estaba afuera.

La primera mitad la llevaré tranquila. El tercer cuarto, voy a levantarle. El último jalón voy a dar con todo. 

A ver si aguante.

Escuchaba la voz de Marilupe en mi cabeza:

"No te me desesperes," cantaba en su acento poblano, "pero cuando yo hice el recorrido en coche, se me hizo eterno."

La eternidad dura 43.190 kilómetros el día de hoy.

A unos kilómetros de Leona Vicario, veía los primeros de bici de montaña regresando. Veía como peleaban contra el viento y mentalmente, me hice de la idea de no agotarme rápido. Hay que repartir energías de una forma inteligente.

Estaba pasando un terreno escavado, un hoyo en la tierra que se veía como el lugar ideal para encontrar cuerpos en plena descomposición, cuando pasé la curva. Adelante, estaba el puente a Leona.

Observé como se levantaba entre lo verde de la selva y nada más pensaba en palabras que son de cuatro letras de larga, en particular, una que empieza con "f" y termina horizontalmente. Subí y llegué a Leona, la gente haciendo un muy bonito labor de indicarnos donde ir.

De regreso entonces.

Ya otra vez arriba del puente, un panorama bellísimo se abrió delante de mí y el camino curvaba como estos paisajes donde se ve un camino largo que se desaparece atrás de una colina, yendo hacia un destino. Llámese camino a casa, la meta o el lugar adonde te lleva cada acción de tu día a día porque es donde tú quieres estar.

Yo tengo un destino y no hay fuerza que me desvíe.  

Ahora empieza.
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Martha era la segunda en salir atrás de mí y no quería voltearme para ver si venía. Tengo que concentrar en lo mío y seguirle. Sentía las piernas empujarme adelante.

En los últimos cinco kilómetros, sentía el viento remolinarse, especialmente en las curvas antes de la meta. Llegué a la primera curva, pensando que ya estaba cerca.

No. Otra recta y otra curva. Llegué al final de esta recta, pensando que esta si era la buena.

Tampoco la era. Maldita sea, ¿donde está la meta?

Fue en la cuarta curva cuando vi la carpa y la meta.

La cadena sonaba mientras los cambios entraron a una velocidad más fuerte.

Hora de cerrar.
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Y aun cuando Alberto, quién nunca se despegaba los ojos de su laptop, sonreía cuando anunció que yo, la imagen, la poster girl de la competencia es ahora la también ganadora, me impactó más algo que pasó a los pocos minutos.

Alguien me tocó el hombro: era pro triatleta local, Alejandra Gutiérrez, la ganadora general, rama femenil, de la competencia.

Me abrazó, felicitándome.

Nunca hemos sido presentados. No la conozco pero confieso que desde hace mucho, la he seguido en todos los triatlones que hemos hecho, admirando su velocidad. Y me recuerdo que siempre quería felicitarla por todo el empeño e ejemplo que es para todas nosotras.

Y me cae que esta felicitación era lo más bonito de haber ganado.

Primer lugar en mi categoría, segundo lugar general.

Esta tortuga ya puede volar.