Tuesday, September 21, 2010

Un Nuevo Sombrero: Crónica Fumikense de la 5ta (e Última) Edición del Cancún Ironman 70.3, 2010

El jueves antes de la competencia: acababa de terminar dos vueltas nadando en Las Perlas y un 4x1000 metros, cuando estaba rodando a mi casa.

Se había llovido y las calles estaban llenas de charcos. Por la Telebodega de Las Americas, se había llenado tanto de agua que se tapaba un carril entero. Un camión llegó justo antes de mi y se fue por la parte donde no había agua justo cuando estaba contemplando ir por allí. No me dejó otra opción más que ir por el charco.

Como el agua era lodosa, nunca vi el bache.

La bici se me quedó de sombrero.

Estaba sentada en el charco y el camionero ni se digno a parar. Pasó otro inmediatamente después pero tampoco se detuvo.



Saldo del acontecimiento: varios moretones que empieza abajo de la rodilla izquierda hasta el pelvis; moretón y raspón en la otra rodilla; golpe en el ingle; brazo y mano izquierdos raspados y un golpe al temple derecho, cuando me pegó el manubrio de lado.

-------------------------------

"Mira, esta parte es tu músculo," señaló el Dr. Wajid. El cursor del ultrasonido de mi pierna se apuntaba a la mitad de la pantalla, donde se veía algo que parecía a cordones negros. "Y está," señalando a lo que se veía como rasguños grises, arriba de los cordones, " es grasa."

"Aquí está el moretón." Puso el cursor sobre una mancha negra entre los rasguños grises.

El golpe no se había llegado al muslo lo cual quiere decir que no me iba a dejar fuera de la competencia.

Por la primera vez en mi vida, no me molestaba que un hombre me diga gorda.



Ya para la mañana del Iron, sin embargo, mi pierna izquierda parecía una comparsa de Carnaval: colores como un morado vivo hasta un amarillo maíz. En medio, había una sección de inflamación que era tan grande como mi mano, claramente marcando donde fue más fuerte el golpe.



Ya en la zona de transición, Dani y yo fuimos a preparar nuestros lugares. Pude saludar a muchos amigos quienes yo no esperaba ver y a los dos elites/héroes que más estimo, Michellie Jones y Oscar Galíndez, antes de entrar al agua.



Luego, la llamada de las oleadas masculinas. Veo mi Garmin: mi pulso andaba en 83.


Como había tantas mujeres este año, nuestra oleada era una salida masiva.



La corneta.



Estuve acompañada en toda la nadada, algo insólito ya que el año pasado era una de las últimas en salir. Corrí hacía la transición y vi que había más bicis enrakados que el año pasado. Buena señal.

Puse mi jersey y mis geles, Gatorade en polvo y las gomitas de electrolitos se me cayeron de las bolsas traseras como si fuera un botín de super. Metí todo que se me cayeron en cualquier bolsa de mi jersey. Levanté la pierna del short para poner un poco de Body Glide Fx para el dolor.



Escuché una exclamación de sorpresa. Creo que se ve aparatoso el moretón.



Agarré mi bici y me fui corriendo.



Los primeros 25 kilómetros fueron de lujo. Pedaleaba bien, rebasaba gente, no había tanto calor.


Fue en el regreso de la primera vuelta que se cambiaron las cosas. Hubo mucho viento en contra y veía las nubes negras llegar en la distancia. Había sol todavía donde estaba yo pero más adelante, el camino y los árboles eran parte de un camino hacía las sombras lluviosas.

Mantenía una actitud muy boyante cuando de repente, pasó algo que no quise que pasara.

Tonk.

¿Que fue esto?

Tonk.

¿Es el suelo?

Tonk.

No es el suelo.

Volteo para abajo y veo la llanta trasera aplastada debajo del rin.

Me bajé y cambié la llanta. Seguía el camino cuando otra vez, unos 20 minutos después, siento la llanta baja. Me pegó una realización preocupante:

Ya no tengo más cámaras.

Quité la llanta, saqué la cámara y encontré el culpable: un alambre. ¿Por que no la revisé la vez pasada? Agarré la cámara ponchada y la alcé para que me vieran los demás competidores.

Alguien regálame una cámara. Por favor.

"¡Fumi!"

Era Fer Luna. Vino pedaleando desde la transición en su papel de pepenero. Tan bueno que fue su bote que encontró una cámara que alguien había tirado. Un mecánico del evento llegó justo después y me cambió la llanta. Me fui sabiendo que alguien me estaba cuidando.

La lluvia nos cayó de tormenta pero nadie se detuvo.

Ya para la segunda vuelta, con las dos ponchadas que tuve más el viento en contra, el tiempo se corría y no había tanta gente. El camino lo veía muy largo y el regreso me estaba pesando. Pensé que si puedo llegar al Km 60, puedo terminar todo. Y cuando vi la lona del centro de abastecimiento, el último antes de regresar a la transición, supe que estaba más cerca.



Todos los voluntarios se estallaron en aplausos y gritos cuando llegué y mientras subía al pendiente para regresar a la ZH, casi me puse a llorar.



En la transición, se me acercó Aline, jueza mayor.


"Competidora 985, tienes 2 minutos para salir de transición. Si no, ya no sales a la carrera."

Puse mis zapatos de volada sin lavar los pies, un hecho que recordaré durante la carrera ya que los pedazos de asfalto, tierra y piedras me recordaban a cada paso.



Tomé los primeros 10.5 kilómetros con algo de tranquilidad. Me sentía bien y veía como caminaban mucha gente. Para esto, ya había sol y se caía como plomo. Pero supe que lo tenía que correr tranquilamente para poder aguantar la segunda vuelta. Cuando la dichosa segunda vuelta llegó, sin embargo, algo cambió dentro de mi. Mi cuerpo necesitaba algo más. Ya la agua fría no me hacia tanto efecto como antes. La hidratación no me levantaba. No quería comer. Sentía partes de mi entumirse.



Pero repetía en mi mente que los primeros 10 tengo que correr más lentos que los siguientes cinco y los últimos dos, hay que darles con todo.



Las piedras en mis zapatos se brincaban pero no me quería parar para sacarlas.

Aguanto.

Tienes que aguantar.

Sentía como la sonrisa de hace rato se me derretía y se deslizaba de la cara. Veía mi reloj y supe que no iba a llegar dentro de las siete horas.

"Tranquila Fu," la voz en mi cabeza me decía. "O te vas al carajo."
"¡Bien hecho! ¡Mantente floja!" me dijo un competidor, mientras me pasó de regreso a su hotel.
Tengo que terminar.

¿Y si lo camino? ¿Y si no lo termino? ¿Y si me paro para sacar las piedras? ¿Por que estoy haciendo esto?

Pero el cuerpo seguía. Cada vez que me bañaron de agua fría, sentía como por un segundo me enfriaba para que luego sentir que no me habían echado agua helada. Mi cabeza se ardía aún con hielos puestos. Ya necesitaba llegar.

No me acuerdo que este camino tenía tantas vueltas. ¿Cuando se va a terminar todo esto?



Y luego vi el letrero: 900 m para la meta.



Levanté los talones como en todas estas sesiones de entrenamiento durante estas últimas tres semanas y trate de ir lo más rápido que pude. A los 500 metros, mi amigo Irapuato y los del TriBlueTeam estaban. Cuando me vieron, empezaron a gritarme, echándome porras.

Y fue entonces que Irapuato me gritó:


"¡TE AMO FUMI!"


Y supe para quien lo estaba haciendo: estoy haciendo esto para ellos.

Lo estoy haciendo para mí.

Se rompió algo adentro y llorando a gota tendida, fui hacia la meta. Todos en el camino me aplaudieron y no pude dejar de llorar. No se que me decían. No supe quienes eran. Pero supe que en ningún momento me dejaron.

Y como toda una torera, partí plaza. El sol se brillaba sobre el bordado de mi traje de luces, lo cual era el sudor de mi cuerpo. Salí del callejon al medio de la plaza y quité mi sombrero, la montera negra, y sobre mi eje, giré lentamente. Montera en mano, saludé a todos de la plaza, la cual estaba repleto de mi gente: todos quienes me regalaron partes de la inscripción del Ironman para mi cumpleaños; Willy, quién por pura casualidad, me vio en la carrera y dio reversa en su coche, emocionadísimo que estoy haciendo esta locura; los MTBeros, quienes salieron a apoyarnos; los de la Cruz Roja quienes estaban en la meta esperándome; los 3BTeros con su tambor y sus cánticos; los de Go Cycle; mis amigos jueces quienes eran testigos a mi llanto y todos los quienes llevaba conmigo y no pudieron estar. Pero también estaba la gente desconocida: los voluntarios de los centros de abastecimiento; el señor que me bañaba de agua helada y ofrecía a bañar mis piernas; los jueces quienes me animaban a seguirle; la competidora quién me decía que soy grande; la otra que me decía que faltaba una milla para la vuelta; los quienes me decían "¡bien hecho!" para animarme, ya cuando mi voz era un breve murmullo.

Aviento la montera y se cae sobre la tierra, boca abajo, un signo de buena suerte. Había conquistado una lesión pre-competencia, dos llantas ponchadas, vientos torrenciales, calores infernales, humedad y mis propios demonios. Incluyéndole a este medio Ironman, era la séptima vez este año que había hecho una rodada larga.

Gracias por apoyarme. Va por ti.

Monday, June 21, 2010

Del Día del Padre: V Maratón en Aguas Abierta en Bacalar 2010

Escribir me hace mas honesta porque puedes decir cualquier cosa a una persona pero cuando reflexiono sobre lo que me pasa, mis palabras escritas siempre estarán de testigo fiel a mis andanzas. Las palabras que digo son tinta sobre el viento, algo que no puedo tener en la mano.

La palabra "recordar" viene del latín recordis que quiere decir "volver a pasar por el corazón".

Y quiero recordar.

El camino a Bacalar de ida fue bautizado por Dami como “Seis horas con Fumi en un camión para ir a nadar”. Imagínate la Ruta 1 de la ZH pero que dure 300 kilometros y tendrás una leve idea de cómo fue nuestra ida: recogiendo gente en medio de la carretera; parando en casi cada casa de cada pueblo; vueltas y vueltas. Llegamos fritos, a punto de comer la cacerola entera de la pasta que Soni nos preparo.

Temprano el siguiente día, nos marcamos y nos alistamos. Fue en los minutos antes de empezar que empecé a ponerme nerviosa. Agarré la mano de Yadira antes de meternos en el agua.

Hay que hacerlo. Hay que hacerlo.

Silbatazo.

Sentía el agua y concentraba en mi ritmo. No ubicaba bien la segunda boya y llegué contra un poco de corriente. Ya cuando llegué, donde antes hubo un mundo de gente, nada mas estaba un señor nadando conmigo. Mis clavículas se sentían raras, una presión sobre ellas que nunca había sentido antes. Era como un masaje suave al principio que se volvió a ser más y más fuerte, transformándose en un dolor.

Ya cuando llegue a la meta para dar mi segunda vuelta, hubo gente quienes estaban terminando.

Y me dio pena.

Los quienes estaban apuntando los números de la gente quienes llegaban veían que, en lugar de llegar al tapete, di la vuelta.

“Mira, apenas va a dar la segunda vuelta,” escuchaba en mi imaginación. Y mientras pasaba la gente quienes vinieron a vernos, me acordé de algo.

Cuando le dije a mi padre que había hecho un medio Ironman, las primeras palabras de su boca eran, “¿Y que te faltaba para ser la primera?” Deja que acaba de nadar 1.9 km, rodé 90 km en bici y corrí medio maratón. ¿Por que no llegaste en primer lugar?  

Como que no era suficiente que terminé. Tenía que haber ganado. Que yo no era suficientemente buena. Que todo lo que hice de entrenamiento, de sacrificio y de sufrimiento no valía simplemente porque no llegué en primer lugar.

Hijo de su puta madre. Hijo de su puta madre.

Repetía esta frase en mi cabeza como mantra mientras una lagrima se quiso escapar. Y mientras nadaba a la primera boya, supe que tenía que mostrarle que yo podía. Y más importante, tenía que mostrarme a mí de lo que soy capaz. Pensé en todas las cosas lastimosas que me había dicho mi padre. Me acordé de los castigos humillantes de mi infancia y adolescencia cuando de repente, me di cuenta que era el Día del Padre, el día que celebramos a estos hombres quienes nos dieron su amor y, a veces, su sangre.

Y me cayó el veinte.

Como aquella mujer quien hizo un Ironman, seis meses después de haber conquistado al cáncer, me acordé que no soy mis circunstancias. No soy mi enfermedad. No soy mi padre. La Republica de Fumiko es una democracia de uno y yo decido hasta donde.

Así que elegí.

En mi corazón, se que mi padre es una buena persona que muchas veces, dice cosas negativas, y esto me ha dado los elementos para ser la persona que soy. De luchar por mi y saber valer por mi. Que yo decido que hacer con lo negativo. Que el me quiere y yo también lo quiero. Que yo pongo el alto hasta donde dejo que me afecte su percepción, superar mis circunstancias y aceptar que nunca lo voy a poder cambiar. Que no hay nada que perdonar porque al fin de cuenta, si no hay ofensa, no se requiere de una disculpa.

Mis hombros se estaban doliendo desde hace rato y supe que seguiría nadando hasta que se me cayeran de mi cuerpo. Y cuando un kayakista me preguntó si estaba bien, nada mas levanté un puño con el pulgar hacia el cielo.

No supe encontrar las palabras cuando Dami, en la meta ya, con una sencilla pregunta de "¿como te fue?", desató adentro de mi una avalancha de sentimientos. Al contestar "fuerte", tampoco supe como contestarle a Memo cuando me preguntó "¿por qué?"
--------------------------------
Domingo, 20 de julio de 2010: Hoy hice mi primera competencia del año. Quizá no dio el resultado que yo esperaba.

Lo que si se es que me dio mucho mas.

Feliz Día del Padre, papá.

Saturday, May 15, 2010

El Mas Divino de Todos los Artes: Crónica Fumikense de la 1era Edición del Mayan X Tri en Punta Venado, Quintana Roo 2010

De todos los elementos, siempre he identificado con el viento por la compatibilidad innata que siento por el. Este elemento que siempre esta cambiando y te envuelva, respirando sobre ti el aliento mas fresco mientras te refresca en los días mas calurosos. El fin de semana de la primera edición del Mayan X Tri, sin embargo, trajo vientos que llegaron a correr los 38 kph. Arena que te pega en este viento hace tu piel sentir como si estuvieras congelando, sin tener frío.

El día antes de la competencia, estaba rodando sobre la Zona Hotelera y por la primera vez en mi vida, temía estando sobre la bici. Los vientos eran tan fuertes que yo, que tengo 73 kilos, sentía como mi bici de montaña se tiraba demasiados grados para mi gusto en la dirección equivocada y no quería caer en frente de un camión Autocar.

La junta previa la hicieron en el Caníbal Royal en Playa del Carmen, que se ubica sobre la playa. Y mientras se puso el sol, seguíamos viendo como la fuerza de los vientos empujaba a las olas a caer violentamente sobre la arena. Lo mas probable que iba a pasar era un duatlón: tres kilometros de trekking, 20 de bici otros 8 de trekking para terminar. Aun cuando llegaron los danzantes del centro de cultura (para una ceremonia de buena fortuna), ya teníamos bien sabido que los vientos no iban a bajar antes de la mañana.

Mientras paseaba durante la junta y la cena de carbohidratos, encontraba a amigos quienes no habia visto en un año. Gente con quienes rodaba. Gente a quienes no me había dado cuenta que extrañaba hasta verlos de nuevo me abrieron puertas a recuerdos bonitos y buena vibra.

En la madrugada de la siguiente mañana, mientras caminábamos hacía la meta, las olas caían con una fuerza salvaje, haciendo el duatlon un hecho inevitable. Y como yo traía nada mas mis sandalias, corriendo los primeros tres kilómetros era impensable.

Pero no estaba satisfecha. Sentía las ganas quemar mis tripas.
Necesito nadar.

Quité mis shorts y dejé mis sandalias cerca de la mesa, mientras saqué mi gorra y goggles. Mi cuerpo meneaba en el agua, que estaba completamente nublado. De vez en cuando, veía pedazos de coral, del tamaño de una papaya, rodando en el agua cuando las olas me empujaban hacia la arena. Me acordaba que hace un año y medio como me daba miedo este tipo de corriente.

Y ahora, lo necesitaba. Tráelo. Te reto.

Sali del mar y me fui a esperar con mi equipo (Odin y su prima, Monica) para el silbatazo. De repente, en un dos por tres, hablaron a los varones, luego las mujeres y luego los relevos.

El silbatazo.

Uno por uno, las categorías salieron corriendo. Odin se fue a esperar en la carpa de transición mientras yo esperé en la meta, al pendiente de Mónica.

Cuando ella llegó, se puso más interesante la carrera. Para entonces, ya eran las 9:30-10 de la mañana, con el sol cayendo de plomo sobre la selva. Cuando era posible, el viento se llevaba el calor que era tan denso que se podía cortar con un cuchillo. Aún así, las cámaras se rompían. Los ciclistas tuvieron que aguantarle, cambiando cámaras una, dos o más veces.

Me quedé en la tienda de transición con Heriberto y Mónica, mientras esperábamos a Odin y los demás. Mientras se corría el tiempo, sentí la preocupación crecer dentro de mi. Finalmente Serrano, el que eventualmente ganaría la competencia, llegó, haciendo lo de la bici en menos de una hora. Si el primer lugar llegó en este tiempo, ¿cuanto mas tardaría los demás?

Uno por uno, los varones individuales llegaron.

¿Donde están nuestros relevos?

Fue entonces que un muy sonriente Carlos Palazuelos (también conocido como "Tequilo" y conocido por mi como "Irapuato") llegó corriendo, enrackando su bici y luego a la tienda.

"¡Aplausos para el primer relevo en llegar!" gritó uno de los competidores de la carpa.

Todos aplaudimos mientras le quitaron el chip de su tobillo. Lo abracé, sudado y cansando, tan fuerte como pude mientras lo bañaron con agua. Este hombre quien hizo su primer sprint en Octubre y hará su primer medio Ironman este Domingo. El quién me considera su "madrina" de triatlones por haberlo inspirado a competir. El quién me devolvió mi fe de ser una triatleta de nuevo.

No pude haber estado más orgullosa.

Empezaron a llegar más gente y los corredores empezaron a dejar la carpa. Odin seguía ausente.

Un ciclista llegó cojeando. Su pierna estaba completamente acalambrada. Y mientras su cara se torcía con el dolor intenso, algunos de los quienes esperaban conmigo gritaban a los jueces, que por favor, ayúdale. Con mucho esfuerzo, subió su bici al rack, cada movimiento causando una avalancha de nuevos dolores. Pasito por pasito, llegó suficientemente cerca para que su corredor le quitara el chip y desaparecer hacia la selva. Lo acostaron en el pasto y le dieron un masaje en el muslo. Corrí a la caja de hielos que acaba de llegar y saqué varios cubos. Ya acostado, era un poco difícil encontrar donde meterle los hielos así que traté a hacer un hombre de nieve sobre su estomago.

Fallé miserablemente. Los hielos se deslizaron fácilmente, quedándose en el pasto.

Mas relevos empezaron a llegar y mientras los ciclistas se sentaron en la sombra, miradas nubladas empezaron a aparecer sobre sus caras. Saqué pedazos de hielo y los puse sobre los cuellos de John y de Chitolo. El cambio de ánimo era inmediato y se empezó a borrar estas miradas de sus caras.

De repente, vi un jersey de color mostaza de los Pumas aparecer y acercarse al rack. Grité a Mónica y empujamos hacia adelante para quitarle el chip. En un movimiento fluido, ella se puso el chip y corrió hacia la selva. Jalé a Odin a la sombra de la carpa pero mientras me fui por los hielos, se salió al sol, un poco aparte de los demás, inquieto.

Me acerqué y puse los hielos en su cuello. Y cuando giró hacia mi, sentí el peso de la competencia verterse de el. Se le desprendió su desviador trasero con una rama, pelándolo como si fuera una lata de sardinas, poniendo en peligro su modo para terminar. El sol le exprimió hasta el último gramo de determinación que tenía. Lo abracé y le dije que estaba bien, que ya terminó, que el ya llegó.

Caminé entre la palapa y la meta, todo el camino conociendo gente y retomando amistades con otros.

Fue entonces que vi a Lety, fotógrafa de las rodadas por excelencia, aparecer sobre la inclinación, su cara brillando de orgullo. Me acuerdo que nos dijo a Maritza y a mi que somos sus ejemplos a seguir. Que por nosotras, decidió que pudo hacer triatlones también. Y cuando vio la meta, sus talones se levantaban en un cierre increíble.

Creo que a su hermano le salió una lágrima mientras la tenía abrazada.

De regreso a mi mesa, eché una mirada hacia la playa y vi a Marilupe sentada con una toalla sobre sus hombros. Se había terminado pero su cara guardaba algo detrás de sus cejas fruncidas. Bety y Heriberto estaban con ella, hablando con ánimo.

Me acerqué a ella y la abracé. Sentí la quietud callada en ella, compacta e embotellada. Conocía esta quietud. Había escuchado aquel silencio antes.

"Estoy muy orgullosa de ti," le dije.

Y fue así que se desdobló: la frustración, el calor, la fatiga, la deshidratación y luego, para finalmente terminar aquella tortura con lo dulce de saber que hizo lo que se propuso a hacer. Lágrimas contagiosas empezaron a correr por su cara y empezaron a salir de mis propios ojos también.

"¿Por que estas llorando?" me preguntó.

"Porque Bety está parada sobre mi pie. Y me duele. Mucho."

Las risas provocaron un abrazo grupal y la petición repentina de Marilupe por una cerveza.

Va a estar bien.

Puedes hacer lo que quieres: enojarte, darte el lujo de un berrinche, aventar tu bici al arbusto más cercano. Pero no lo hiciste: rodaste, lloraste, gritaste al viento, maldijiste a los elementos solo para que te pegue en la cara con la arena, un arbusto, una rama. Pero elegiste a terminar. Tú elegiste. Y es así como el arte mas divino de todos, el amor, crea una de las sensaciones más bellas e intimas de la vida: triunfo personal.

Bienvenidos a mi mundo.

Saturday, May 1, 2010

De Estrellas Caídas y Estrellas Fugaces: Crónica Fumikense de la Primera Edición del Ironman Cozumel, 2009

Estaba caminando por la carretera, donde el tramo de ciclismo se llevaba a cabo en el primer 140.6 Ironman de Cozumel. No había nadie salvo los triatletas quienes me pasaban en bici. Estaba sentada al lado de la calle, sacando fotos, cuando un competidor me vio. Se acercó a la banqueta donde estaba yo y me dijo, "Para ti." Su ánfora del evento se rodó hacia mí mientras se arrancó para terminar su vuelta.

El año pasado, en el 70.3 Ironman Cancún, estaba aplaudiendo a un atleta quien también me entregó su ánfora, rodando. Un año después, hice el mismo evento que observé aquella vez, y lo cual fue el primer triatlón que había visto en toda mi vida.  

Quiere o no, tomé la similitud como una señal de que esto es un evento que definitivamente tendría que hacer.

Próximamente...
-----------------------------
El paseo en el ferry a la Isla de Cozumel (lo cual quiere decir "isla de golondrinas") fue turbulento. Gente quienes subieron lleno de alegría bajaron del barco con una tonalidad verdosa cuando llegamos a la isla.

Llegamos al hotel, dejamos nuestras cosas y fuimos en la búsqueda de nuestros amigos quienes iban a competir.

Primera parada: Daniel.

Se puede decir que Daniel está operado del cerebro. El camino para ser un triatleta es diferente de persona a persona. En el caso muy peculiar de Daniel, en una ráfaga de inspiración que vino de haber escuchado del caso del equipo padre-hijo de Dick y Rick Hoyt (el padre remolca una balsa, rueda una bici con carrito al lado y corre con un carriola especial, llevando a su hijo parapléjico, haciendo Ironmans completos así), más aparte de su deseo latente de hacer un Ironman "algún día", le provocó a hacer clic sobre el botón de confirmación en su inscripción en línea del Ironman Cozumel.

Esto iba a ser su primer triatlón en su vida.

Se lucía nervioso, sin ganas de irse a dormir. Quería prolongar al tiempo y hacer que el día, que ya era noche, más largo.

Lo dejamos para hacer sus varios intentos a dormir.

Siguiente parada: Bernardino (también conocido como "Bon Bon").

Un paseo corto en taxi a un precio extravagante nos llevó al hotel de Berna. Estaba tranquilo mientras acampamos sobre su cama y platicamos de su entrenamiento y del evento. Botellas vacías de agua se quedaban paradas sobre su mini refri como suricatas, dejando muy poco espacio para las latas de atún, las cuales estaban apiladas en una torre en una esquina. Tomamos fotos. Posamos en su pozo/regadera/tina. Burlamos de sus shorts para natación que eran cafés con un diseño curioso de círculos de colores otoñescos, refiriéndose a ellos como sus shorts "go go".

Dejamos a Berna con mucha buena vibra, emocionados de que el evento finalmente ha llegado.

La siguiente mañana, rodé al Arrecife Chankanaab, donde se iba a arrancar la natación. Triatletas, familia, amigos, prensa y toda clase de gente estuvieron por todos lados, esperando en la entrada. Me enteré después que les prohibieron a los atletas ponerse bloqueador por el daño que le puede causar al arrecife y a los delfines.

Si, delfines.

Otros eventos tienen fuegos artificiales: Cozumel tiene delfines. Chankanaab es un delfinario y los entrenadores estaban desde temprano con sus amigos marinos, como si quisieran enseñarles como nadar, pero de a de veras. Hicieron sus malabares con facilidad y recibieron muchos aplausos de aquellos quienes estaban esperando en el muelle, listos para empezar.

El arranque elite iba a empezar a las 6:45 a.m. mientras el resto iba a tener un arranque masivo a las 7:00 a.m. Uno por uno, los competidores saltaron al agua, agarrados de los postes del muelle, esperando el momento cuando la primera edición del Ironman Cozumel iba a oficialmente empezar.

La corneta.

Los elite ya estaban pasando los demás cuando la corneta tocó por segunda vez. A aquellos les tardó 15 minutos para nadar los 1.4 km desde el muelle a la boya y de regreso.

Parecía una escena del fin del mundo. Cientos de puntos azules y rosas movieron en una nube hacia la primera boya.

Después de que salieron la mayoría del agua, encontré a mis amigos y mientras ellos caminaban, yo rodé a la primera estación de abastecimiento en la ruta de bici. Sentí un amor, respeto y un espíritu deportivo tan bello que no pude dejar de sonreír. Veía a cada atleta a los ojos y en una complicidad de sonrisas, les dije que estaba orgullosa de ellos.

Esto era una muestra de un grupo muy asombroso.

Mis amigas y yo acaparamos de una tienda de abastecimiento y empezamos a repartir comida y agua.

Los competidores llegaban gritando por agua, gel, PowerBars y Gatorade.

"¡Bloqueador!" gritó una mujer. Claudia siempre carga una bolsa que se ve demasiada pequeña por todas las cosas que trae adentro. A pesar de esto, tenía muchas cosas que pedían los competidores. Bloqueador y protector labial eran dos de estas cosas. La atleta era de Dallas y mientras untó bloqueador sobre sus brazos y el labial sobre sus labios quemados, comentó que tan importante era que los locales salieran a echarles porras.

"¡Toalla!" gritó otro, quién traía las lentes completamente mojadas de sudor.

"¡Vaselina!" gritó todavía otro.

Corrí hacía allá.

Esto era algo que tenía yo.

De la bolsa de mi jersey, saqué mi Body Glide, una barra tipo desodorante que uso para untar lubricante para la nadada en aguas abiertas y para los pies al correr con zapatos y calcetines mojados. El atleta miró la barra con un poco de curiosidad. Le expliqué.

"Lo puedes aplicar, como si fuera un desodorante," le dije.

"Me daría pena," me contestó.

Ah...

Se raspó una porción y la aplicó mientras yo veía los otros ciclistas pasar.

Hubo otro "¡vaselina!" quién se fue directamente hacía Claudia, quien tenía un bote pequeño. Dos dedos se metieron en el bote y en el siguiente momento, metió su mano adentro de sus shorts. 

Las cinco mujeres quienes estábamos parados allí (incluyéndome a mi) lo vimos salir pedaleando en silencio total. Y como si se la hubiera propuesto matrimonio Brad Pitt y en una pendejez total, lo rechace, todas la regañamos, diciendo que le hubiera aplicado la vaselina ella misma.

Les echamos porras a los competidores, llamándolos por sus nombres, y prometiéndoles los platillos más engordaderos de la mesa más decadentemente vestida jamás visto, acompañados de botellas de cervezas sudando con un frío delicioso, todo esperándoles en la meta. Tomamos los nombres de los competidores que ni siquiera conocíamos y también les echábamos porras.

"¿Y yo?" me preguntó un atleta alto, con una sonrisa.

"¿Como te llamas?" le pregunté.

"Peter."

Una sinfonía de sonidos, gritos y ladridos que vagamente se parecía a la palabra "Peter" llenó al aire mientras la sonrisa de Peter se crecía. Se deslizó en la bici, quizá con un corazón más ligero.

Era tiempo de irnos: Berna y Daniel se pasaron por el centro una segunda vez y queríamos estar en la transición de bici a la carrera.

Me adelanté rodando pero di mal una vuelta, yendo lejos de la transición. Lo menciono porque si no fuera por eso, nunca hubiera conocido el competidor quién justo me lo encontré cuando finalmente regresé a la calle principal. Estaba caminando con su bici.

"¿Necesitas ayuda?" le pregunté.

"¿Tendrás otro estomago por ahí?"

Resulta que Chris empezó a vomitar en el Km 32 de la bici. Ya en el Km 112, no pudo más y su estomago estaba completamente de huelga.

Si lo hubiera terminado, esto habría sido su quinto Ironman.

"Creo que correré triatlones cortos desde ahora en adelante," dijo.

Le conté de mis planes de hacer mi primer Ironman. De mi primer medio Ironman. De casi desmayarme cuando me enteré que Michellie Jones estaba en Cancún. De querer ir a Kona para competir en el mismo Iron con Lance Armstrong.

"¿Eres una fan de Lance?" me preguntó.

Por su tono, me di cuenta que tenía algo negativo que decir.

Escondí mi entusiasmo boyante por el siete-veces ganador del Tour de Francia.

"Más o menos."

Y así salió, como suponía que un día iba a pasar: Lance Armstrong es un divo competitivo. Contó de una carrera de bici en Colorado donde Lance, en primer lugar, vino hecho un rayo por un cerro, gritándole a la gente para quitarse de su camino, la mayoría de los cuales estaban competiendo en su primera competencia. Hubo historia tras historia, todas pintando la integridad moral de este hombre en tonos no muy estéticos.

Me quedé pensando en lo que escuché y lo volteé en mi mano, como si fuera una pelota en la mano de un malabarista. La pelota se quedó quieto una vez que hice mi decisión: no estoy haciendo un Ironman por Lance. La única persona para quién lo hago es por mi.

La decisión está hecha: voy por Kona, con o sin Lance.

Llegamos por fin a la transición y deseé mucha suerte a Chris y aquella entidad independiente que se le llama estomago.

Fui a donde desmontaban los ciclistas en la transición.

"¿Y ahora tengo que correr un maratón?" preguntó una mujer, mientras un voluntario llevaba su bici al estacionamiento.

Ya para esto, Bernardino había pasado a la carrera y Daniel apenas entró a la tienda para cambiar (donde una furia de sin-pena-quítatelo-todo estaba pasando adentro) para luego irse a correr sus 42 kilómetros. Una dichosa vuelta por el parque.

Sí, claro....

En la carrera, gente de todos lados llenaban las calles. Había una onda tan fiestera que el único otro lugar donde la había visto de tal grado era el Día de la Independencia en la Ciudad de México. Gente cantando, bailando y echando los "high fives" a los atletas.

En la vuelta, vi Daniel pasarnos y estuve listo para correr con el un rato en su regreso. Le dije que tan orgullosa estaba yo.

"No sabes como me hace sentir esto," me dijo. "Quiero llorar."

Tratando de aguantar mis propias lagrimas, le eché porras, diciéndole que esta tan cerca. Y que estaríamos esperándolo.

Me lo quedé viendo mientras se alejaba de mí, y con una admiración inocente, sequé mi mejilla mojada.

Me fui a la meta para presenciar la llegada del primer atleta, al ritmo de mariachi. Podría ser un poco cínico de mi parte pero cuando estos mujeres y hombres llegaban, observaba como se doblaban levemente, sintiendo la fatiga de haber hecho casi nueve horas de actividad física, y luego los quienes llegaban en lo que parecía un estado ebrio que realmente fue una mezcla rara de deshidratación y singular alegría, me sentí aliviada. Aliviada porque estos súper humanos también son mortales. Que sufrían del dolor. Que los músculos también ardían, aun en sus cuerpos.

Que quizá tenga yo una oportunidad muy valida para terminar con la cabeza muy en alto.

Así que veía la resistencia humana en toda su máxima expresión. Uno por uno, corrían a la meta: sudados, adoloridos y felices.

Una enfermera que conocí en el centro de abastecimiento también estaba en la meta y se acercó para platicar un rato. Me contó que hubo una competidora quien terminó, celebrando lo que en esta fecha exacta marcó su sexto mes de haberse vencido al cáncer. Y lo celebró con hacer y terminar el Ironman Cozumel.

Quisiera haberla preguntado como se llamaba. Cual era el nombre de aquella mujer quien probablemente hizo múltiples sesiones de quimioterapia, vio caer a su cabello, vomitaba el contenido entero de su estomago y decidió mostrarle al mundo que tan viva esta al hacer un Ironman.

Sentía la luz de su estrella brillar alrededor de nosotros, ya que la enfermera y yo estábamos aguantado la lagrima fugaz.

Quisiera tener el coraje de aquella mujer.

Aquella noche terminó con Bernardino llegando a las 13 horas y Daniel, a las 15. A la medianoche, mientras regresaba al hotel en bici, veía gente todavía corriendo y todavía otras echándoles porras.

Me di cuenta entonces que el espíritu humano es mucho más fuerte si haya un destino hacia donde ir. Que la estrella de Lance, aunque es fuerte, grande y ganó un Tour después de haber ganado contra el cáncer, se había hecho opaca y decaído al lado de la de aquella mujer sin nombre y quién venció a su cáncer con un silencio elegante que ninguna maquina de la prensa le pueda otorgar. Que cuando las estrellas vuelan, tenemos que aplaudirlas.

Mis manos están moradas de tanto aplaudir.