Mis
movimientos estaban bastante mecánicos, debido a mi estado aturdido. Comí, lavé
los dientes y metí los últimos detalles en mi mochila y me fui.
¿Que
chingaos estoy haciendo a las 4 de la madrugada?
En el
terminal de camiones, alcancé la de las 6 a .m. a Playa del Carmen y me tocó estar cerca
a unos ingleses quienes claramente habían estado de fiesta toda la noche.
Vi el ferry
de las 7 a .m.
salir mientras corría al muelle desde la estación y tuve que esperar el ferry
de las 8 a .m.
a Cozumel.
Y ni siquiera
se había empezado mi día.
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Hace como
cuatro años, compré mi primera bici: una de montaña. Encontré un grupo de bici
y en mi segunda rodada, a un lugar que se llama Punta Venado, me acuerdo de
haber comido fajitas de res con un Veracruzano.
Esto fue
donde conocí a Carlos, mejor conocido como Tekilo.
No vino a
muchas rodadas pero me acuerdo de una donde nos fuimos por la Zona Hotelera sobre la playa. No tenía mi
Camelbak así que use una mochila que me regalaron en un viaje de trabajo. Sobre
ella, estaban las palabras "¡Que rico es Irapuato!" Mientras
pedaleaba por la calle, Carlos salió de la nada y mientras me rebasaba me
gritaba estas palabras.
Sobre la
playa, lo vi delante de mí y con un poco de velocidad, pude rebasarlo y le grité
de regreso las mismas palabras.
Y como en
las películas, me reí con algo de arrogancia mientras lo rebasaba. Al regresar
mi mirada adelante, se me hicieron los ojos como platos.
Lo que no
había contemplado era el muelle en frente de mí. Lo esquivé demasiado tarde y
con la arena suave abajo, me caí como si fuera una cucaracha solitaria.
Nos botamos
de la risa y el nombre se quedó. Podría ser que es “Tekilo” para todos los
demás pero para mí, siempre será “Irapuato”.
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Un día, me
lo encontré en la
Zona Hotelera. Con algo de admiración, le explicó a una amiga
que yo había hecho un 70.3. Hasta este momento, él nunca había hecho un
triatlón pero leyó mis crónicas.
Él quería
hacer uno.
Desde
entonces, me volví su “madrina de triatlones” mientras progresaba por un número
de triatlones, también corriendo un medio maratón todos los días por un mes.
Y hoy, iba
a hacer su primer Ironman completo.
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Sensei, Lola y Alma en el Ironman Cozumel 2011 |
Lola,
Sensei, Alma y yo tomamos el ferry a Cozumel, nuestras bicis bien resguardados.
Llegamos justo cuando los pros estaban terminando su primera vuelta en bici.
Echándoles porras desde la sombra de las palmas, decidimos a mover e ir a una
de los centros de abastecimiento.
En el
puesto, nos topamos con Susana, quien estaba de juez de penalti. Después de una
hora de estar sacando botellas de los manglares en el sol que se caía como
plomo, más seguían lloviendo allí. En un momento, un triatleta quien acaba de
tomar su agua arrojó su ánfora a los arbustos.
Me pegó
justo en el muslo.
Otro
triatleta que seguía detrás de él y se mostró desaprobación.
“Que mala
onda,” dijo.
Solamente
me hizo reír.
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Hubo un
grupo de triatletas gritando por geles, agua, Gatorade. Una triatleta con un
acento claramente argentino quejó en voz alta.
“¡Una
banana! ¡Che, necesito una banana!”
Todos
necesitamos, cariño. Absolutamente todos.
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Triatleta que hizo 180 km en una bici normal y sin una pierna en el Ironman Cozumel 2011 |
Me fui por
unas ánforas en medio de la calle para que los competidores no tuvieran
accidentes innecesario. Cuando regrese, vi una mujer en bici pasar.
Me quedé
boquiabierta.
Nada más
tenia una pierna. Pero esto, por tan extraordinario que era, no era la cosa más
extraordinaria. Lo que me asombró era que no traía una pierna prostética.
Pedaleó los
180 kilómetros
con solo una pierna.
Soy una güevona.
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Decidimos
regresar así que nos despedimos de Susana. Hacia la entrada al centro de
abastecimiento, conocimos a Grace de Tejas. Su novio se le había prestado una
llanta tubular y ya usó su reserva. Estaba esperando a escuchar, por medio del
radio, si alguien tenía otra pero ya sabía que estaba afuera.
Nos fuimos
y le deseamos suerte. Nos sonrió y aceptó que a veces, así son las cosas.
Un kilómetro
más adelante, sin embargo, nos paramos. Lola seguía pensando en Grace.
Ella
preguntó al aire en voz alta si debía de regresar y prestarle su bici de montaña
para que pudiera terminar.
Volteé mi
bici porque sabía que Lola no iba a poder dejar de pensarlo. Y mientras la seguía
de regreso, viéndola en un sprint, sabia que lo que Lola quería era lo que
todos quienes han hecho una competencia quiere: terminar. Su deseo tan honesto
e inocente para darle a esta mujer todas las oportunidades para terminar un
hecho tan monumental como es un Ironman me tenía en un sprint tras de ella.
Porque
quería que terminara también.
Nos
enteramos que como cada competidor fue fotografiado con su bici cuando la
enrackaron, un substituto no será permitido.
“Realmente
agradezco el gesto,” dijo Grace, mientras nos saludamos de mano.
Yo también,
Grace. Yo también.
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En el
centro, los pros ya estaban en la última etapa. Decidimos estacionar nuestras
bicis e ir a comer antes de que todos los demás regresaran. Y desde la ventana
del café del super, vimos caer una tormenta, forzando a todos a esconderse
debajo de cualquier techo que encontraban.
Después de
la lluvia, el rugir de los motores de los biplanos tenía a todos mirando hacia
el cielo. Volaban tan cerca al suelo que si estuviéramos en los EU, la Administración Federal
de Aviación estarían volviéndose locos.
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Fer Maraton en plena carrera en el Ironman Cozumel 2011 |
Caminamos
un poco mas adelante sobre la calle para esperar nuestros amigos y
estacionarnos en un punto sobre el camellón. Voltee justo cuando Fer Maratón
iba a pasar. Estaba gritándole como una loca, emocionada de verlo. Con
urgencia, señaló su mano y me pasó una prenda.
“TE QUIERO,
FER!” le grité. Estaba muy emocionada.
Hasta que
vi lo que traía en mi mano.
Se parece al…
cojin de un par de… ¡¿shorts para bici?!
Traía en mi
mano los shorts sudados de Fer, al revés, con mi mano sobre el cojín.
“TE ODIO,
FER!”
De
inmediato, puso los shorts en una bolsa de plástico que encontramos en la calle
y busque algo con que lavar a mi mano contaminada.
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Ruben Grande en el Ironman Cozumel 2011 |
Rubén
Grande, un triatleta local muy conocido, nos paso y me fui a correr con el. Mi
respeto y admiración para el hombre es algo que aguardo muy cerca al corazón.
Estaba sonriendo cuando me comenta, “Has bajado de peso.”
Me sorprendía.
El estaba haciendo un Ironman, corriendo el tramo del maratón mientras otros
estaban volviéndose desorientados y casi chocándose con las paredes porque se
vaciaron tanto de energía que ni siquiera conocían sus propios nombres. Y el,
sonriendo y hablando conmigo como si estuviéramos charlando en un café, con
lattes en mano.
Regresé a
mi lugar con una sonrisa.
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Pasándolo
bien con Team Tekilo, me enteré que se ponchó en la bici y estaba apenas
terminando su primera vuelta de la carrera. Cuando apareció, corrí con el a la
vuelta y volvimos con Heriberto, los dos echándole porras.
Corrí con
el hasta que no pudo mas. El silencio que hubo estaba lleno de su determinación
para terminar y mis palabras.
“Corriste
un medio maratón todos los días por un mes entero. No me puedas decir que no
puedes hacer esto. No te lo acepto,” le dije. Caminó y su mirada se enfocó
sobre algo interesante en el suelo.
“Eres mi
héroe,” le dije en voz baja.
“No,” me
contesto. “Tu eres mi héroe.”
Heriberto y Irapuato en el Ironman Cozumel 2011 |
Bajé la mirada. No supe que
decir. Había un agradecimiento tan grande que llenaba todos aquellos espacios
vacíos en el aire entre nosotros. ¿Como puedes agradecerle a alguien quien ha
leído tus palabras, ha escuchado tus relatos y ha querido sentir la pasión que
tu tienes, y ha rebasado toda expectativa? Era el cumplido más grande, pagado
de la forma más humilde y mostrado con la intención más noble.
Irapuato
empezó de hablar de su trabajo en Cozumel y que lleva un rato viviendo allí.
Yo estaba
tratando de evitar de hablar para que no se diera cuenta de mi voz llorosa que
traía.
Me mandó de
regreso con su botella de electrolitos, media llena.
“Te veo en
la meta,” me dijo y seguía caminando. No tuve el corazón de decirle que me tenía
que ir. Que no pude quedarme en la
isla. Que el último ferry salio a las 9 p.m. y ya eran las 8.
Que tenía que trabajar el siguiente día. Sentía como una traidora y trate de
explicárselo a Joice. Ella dijo que entendería y que agradece que todos estuvieron
allí.
Y pensé en
los últimos dos años, como Irapuato ha estado allí conmigo en los últimos 500 metros del 70.3 de Cancún.
Y como no iba a estar allí por el.
Me sentía
como una caca.
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Estaba
completamente demacrado y se veía como si se hubiera bajado unos kilos aquel día
pero a las12:04, Fer Maratón termino su primer Ironman.
Y mientras
tomamos un mojito, pensé en toda aquella gente quienes hayan leído mis crónicas
y como empiezan a creer que quizá, tal vez, el cielo es el límite. Y como nunca
se caerán de nuevo porque creer es contagioso. Y de que tan poderosos son realmente
porque siempre han sido.
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Tal vez
nunca has hecho más que caminar desde tu lugar al baño en el trabajo. O tal vez
estas apenas empezando a correr. O tal vez no estas dispuesto a dejar de comer
pizza para bajar de peso. Tal vez son muchas cosas que te detienen.
Pero esto
no detuvo a Rubén Grande. Y no detuvo a aquella triatleta que pedaleo su bici 180 km con nada más una
pierna. Y por tanto que querían tirar la toalla y parar la locura, tampoco les detuvo
a Fer ni a Irapuato. Porque aunque empezó ser algo que nada mas se trataba de
uno, se ha vuelto a tratarse de todos. De toda la gente quienes te decían que
estas loco. Todos quienes trataron de convencerte a estar de parranda hasta las
primeras horas de la noche cuando tenías una nadada en agua fría el siguiente día.
Y todos aquellos quienes te decían que te subas a la bici y te levantes cuando
ni siquiera te podías levantarte de la cama. Todos aquellos quienes aguantaban lluvia y
sol, esperándote para que nada más pases y supieras que alguien te estaba
esperando.
Todos
aquellos quienes te quieren recordar que también se trata de ellos.
Todos
aquellos quienes nada más quieren que termines porque saben cuanto te
significa.
Todos
aquellos.
Como tú.